Itaca en la mente

"Siempre ten a Itaca en tu mente; llegar allí es tu meta, pero no apresures el viaje. Es mejor que dure mucho, mejor anclar cuando estés viejo. Pleno con la experiencia del viaje..." Constantino Cavafis

martes, noviembre 11, 2008

Un timo chino


Para terminar esta serie sobre el viaje a China pensaba escribir un sesudo análisis comparando al coloso asiático con México, que ya no es grande siquiera en la liga de fútbol de la CONCACAF. Pero ha sido una semana agotadora y la verdad ya tengo la sesera a punto de desvielarse, así que tendré que conformarme con contarles la anécdota de cómo me timaron como a un chino, como se dice en México coloquialmente.

Sí, fui víctima de lo que bauticé como “el fraude de los boleros”, a la salida misma del Central Hotel de Shanghai.

Resulta que salgo a caminar muy quitado de la pena en compañía de Jorge Elías, de ‘La Nación’ de Argentina, y en seguida soy interceptado por un escuadrón de tres lustrabotas que se acercaron a ofrecer insistentemente sus servicios y, en una acción perfectamente coordinada, dos de ellos me distrajeron mientras el tercero me embarraba los zapatos con betún y cuando acabé de despacharlos de mala manera me di cuenta de que tenía los zapatos hechos un desastre.

Entonces, como por casualidad se acercó un cuarto bolero al que no me quedó más remedio que aceptar sus servicios para que limpiara el cochinero que habían dejado sus colegas. Pero el trabajo que hizo consistió en un par de trapazos dados con desgano y se acabó, pero eso sí el tipo quería cobrar como si fuera un corredor de bolsa. Qué diferencia su labor comparada con el profesionalismo de los boleros mexicanos, pensé y comencé a mentar madres en inglés y en arameo, como debe de ser, porque desconozco el mandarín.

Al final saqué una moneda de un yuan, que son como dos pesos, porque sinceramente no me pareció que un par de pasadas de trapo por encima de los zapatos valiera más que eso. Pero el hombre se indignó y quería 25 yuanes (¡50 pesos!) lo que me indignó más, si es que era posible. Yo le dije: mira, aquí tienes un yuan y si no lo quieres pues yo me lo guardo bien contento y comencé a caminar; y venga a seguirme durante cuadras lamentándose y diciendo vaya a decir qué cosas. Como el tono iba pasando de la súplica a la amenaza, acabé por darle 5 yuanes por una mala boleada que no necesitaba porque antes de que me embarraran, mis zapatos estaban impecables.

Jorge se divertía mucho, porque por alguna extraña razón casi todos los vendedores, tarjeteros (sí, como los de la zona rosa) y chicas que llegaban a intentar vender algo o a ofrecer “massage” se acercaban a mí.

Como táctica para que los tarjeteros o las chicas nos dejaran en paz les decíamos que nuestras esposas nos estaban esperando un poco más adelante y si eso no surtía efecto nos tomábamos del brazo y les anunciábamos solemnemente que éramos un matrimonio gay.

En un caso la insistencia de unas damas chinas (no me refiero al tablero con canicas) fue tal que tuvimos que refugiarnos en una tienda y salir por otra puerta para evadirlas.

La que de plano me hizo reír por su picardía y desfachatez fue una joven que se me acercó y me dijo “I like your hair” (me gusta tu cabello) cuando mi peinado a lo que más se parece es al de Cocoliso.

En fin, me despido hasta cuando dios quiera, pues ya saben que este blog tiene periodicidad divina.

Una "típica" familia china


La última actividad programada en el viaje a China fue la visita a una familia en el distrito de Jing’an en Shanghai, el viernes. Los visitamos en su casa, en una construcción antigua, de principios del siglo XX, razonablemente conservada.

Acá la pregunta interesante es ¿qué querían las autoridades chinas mostrarnos con esta familia? Obvio que una pareja con una hija (que ya no vive con ellos pues está casada) por más típica que sea, no puede representar a mil 300 millones de chinos.

Xi Hun Li (la esposa –en adelante Xi–) y Xu Miho (el marido –en adelante Xu–) son una pareja de jubilados.

Xu tiene unos 71 años, pues en China la jubilación es a los 60 años para los hombres y a los 55 para las mujeres y según dijo él se retiró hace 11 años. La edad de Xi es un misterio, porque por caballerosidad nadie le preguntó y además los chinos son traga años.

O sea que los dos tienen edad suficiente para haber vivido en carne propia toda la historia de la China contemporánea, comenzando por la proclamación de la República Popular China en 1949, pasando por la terrible revolución cultural de los años 60 y 70, la apertura al exterior en la década de los 80 y llegando al actual sistema de economía de mercado.

Como la inmensa mayoría de los chinos, la pareja Xi-Xu tiene sólo una hija. Pero a diferencia de la mayor parte, tienen dos nietos. Claro que esta situación atípica pude tener mucho que ver con el caso poco común de que su hija, que es programadora de sistemas, vive y trabaja en Washington D.C. Está casada con un chino que también trabaja en Estados Unidos y al que según cuentan sus padres conoció desde que era estudiante.

Al preguntarles por que razón su hija decidió irse a vivir tan lejos, Xu responde que desde joven ella "quería conocer el mundo".

Y esto coloca a la pareja en una situación que uno no se imagina como característica de los chinos: Xi y Xu viajan. No sólo en China, país del que comentan han recorrido varias veces, sino también al extranjero. A Estados Unidos, a visitar a su hija, claro. Y también han venido a México. Me enseñaron fotos de su visita a la península de Yucatán, donde visitaron Cancún y las ruinas de Chichén Itza, entre otros lugares.

Al preguntarles sobre sus ingresos (una pregunta que según leí no se considera indiscreta en China) respondieron que entre los dos reciben 5 mil yuanes al mes, que equivalen a poco menos de 745 dólares. De alquiler por su departamento pagan 100 yuanes mensuales, o sea, 15 dólares al mes. Les quedan 730 dólares para vivir y con eso y seguramente la ayuda de la hija les alcanza hasta para viajar.

Tienen una computadora un tanto vetusta pero que funciona y que Xi utiliza para mandarle correos electrónicos a la hija. Además de mandar mails y cocinar, Xi emplea su tiempo en el trabajo comunitario en un centro vecinal cercano en donde enseña trabajos manuales a otros jubilados. Nos mostró algunas de sus creaciones como las flores que aparecen sobre la mesita de noche en la foto de arriba o el pavo real que está a sus espaldas en la repisa tras el sillón.

Xu hace la compra y cocina de vez en cuando. Antes de jubilarse él era contable y ella técnica (no explicó en qué materia o si era técnica por contraposición a las rudas).

De lo poco que los tratamos yo y los otros cinco colegas de diarios latinoamericanos que compartimos el viaje, quedó la impresión compartida de que Xi era una mujer militante no sólo ahora, sino de toda su vida. Xu se veía más tranquilo y de la filosofía de “vive y deja vivir”.

O sea que la dupla Xu-Xi encarna muchos elementos que las autoridades querían transmitir a través de nosotros: una familia típica de hija única, trabajadores modestos que viven razonablemente bien dentro de una cierta austeridad, pero que se benefician de la apertura, tienen una hija en Estados Unidos, viajan y tienen dos nietos, lo que rompe la norma del hijo único. Además son ciudadanos modelo, que participan en actividades comunitarias de solidaridad con sus vecinos.

Otro aspecto que seguramente quisieron destacar las autoridades que planearon el encuentro es el lugar en dónde viven, en un distrito de la ciudad, el de Jing’an que está plagado de modernos edificios de oficinas, centros comerciales, hoteles de lujo, un centro de exposiciones, edificios de departamentos y en el que se preserva una zona de antiguas viviendas, remodeladas, de un siglo de antigüedad, en donde viven sobre todo jubilados. Justamente una de las cosas que se han criticado en la reconstrucción de Shanghai son los desplazamientos de familias de casas antiguas para construir modernos inmuebles.

Además está toda la infraestructura de apoyo vecinal y comunitario a los jubilados y ancianos, con su centro de salud y su centro de actividades en donde la pareja Xi-Xu acude a cantar por las tardes.

Un detalle curioso es que la casa en donde vive la pareja era la residencia de los padres de Xu en donde él ha vivido por más de 60 años. Esa casa no era de propiedad de sus padres, sino que la tenían como prestación en calidad de funcionarios del Banco de China y no pagaban por habitarla. Durante la revolución la propiedad fue expropiada por el Estado y hasta la fecha le pagan un alquiler por seguir viviendo en la que era la casa paterna.

Al margen del mensaje que quisera pasar el gobierno chino y de lo típico o atípico que puedan resultar como familia, una sensación me quedó muy clara: los Xu-Xi son una pareja feliz.

La etiqueta de los palitos chinos


Con las elecciones en Estados Unidos y el avionazo en el que perdió la vida el secretario de Gobernación hasta me parece frívolo hablar sobre la etiqueta en China. Pero ni hablar, tengo que confesarlo, no sabía usar los palitos chinos.

La verdad es que nunca he sido fan de la comida asiática, aunque no me disgusta y generalmente cuando la pido es para llevar y llegando a casa me deshago de los palitos y saco un tenedor y un cuchillo. Así que ya se imaginarán el papelón en China al llegar al restaurante y tener que picar la comida de una charola giratoria en el centro de la mesa donde todo el mundo se servía de comer.

Como no me gusta hacer papelones aprendí rápidamente a utilizar los dichosos palitos y me pude concentrar más en las cualidades de la comida. Me dediqué a observar cuáles son las reglas de la etiqueta en la mesa para los chinos, me refiero a las reglas elementales, pues tampoco es que se pueda aprender gran cosa en una semana.

Si descartamos los desayunos en el hotel que eran tipo buffet común y corriente en cualquier parte del mundo occidental y un par de visitas a cafeterías, el resto de las comidas se dividieron en dos tipos: semi formales en restaurantes, siempre en salones privados en las que se ponía una variedad enorme de platos al centro de la dichosa bandeja giratoria y cada quién iba picando como dios le daba a entender cuando tenía la fortuna de que el plato que le apetecía coincidiera enfrente de él.

El otro formato era un banquete ofrecido en este caso por algún funcionario. Aquí el formalismo era muy grande, comenzando por dónde se sentaba cada quién de acuerdo a su jerarquía real o imaginaria. Así, hubo que designar a un "líder" para que se sentara a la vera del funcionario de turno y le respondiera el brindis y las palabras de bienvenida y las de agradecimiento al final. El papel correspondió a Jorge Elías, el colega de 'La Nación' de Buenos Aires a quien decidimos llamar a partir de ese momento como el "querido líder".

En estos banquetes servían once platillos o más, pero en lugar de ponerlos al centro las porciones sí eran individuales. Los chinos no toman postre, tal y como lo concebimos nosotros, como un plato dulce que cierre la comida. Ellos van alternando lo dulce a lo largo del banquete, como un equilibrio con lo salado o lo picoso. Al final se sirve una bandeja con fruta.

Antes de comenzar a comer una mesera que más bien parece azafata pasa colocando las servilletas, las que sujeta del plato de un extremo, mientras el otro cae sobre las piernas y el regazo. Algo que aprendí rápidamente es que esta servilleta no es para limpiarse la boca o las manos, sino sólo para no mancharse la ropa con las múltiples salsas combinadas con la poca destreza en el uso de los palitos. Para limpiarse la boca o las manos hay una toallita que al principio ponen caliente y luego se queda helada. Confieso que en el primer banquete ofrecido por el vicecanciller sí me limpié la boca con la servilleta.

Pinchar la comida con los palitos es una enorme majadería; sin embargo, sorber la sopa ruidosamente es de buen gusto y denota satisfacción.

Bueno, ha sido un día difícil con tanta noticia de ocho columnas, así que no los aburro más y me despido. Mañana les contaré sobre la visita a una familia china en Shanghai.

Las contradiciones de Shanghai


Shanghai tiene poco menos de 20 millones de habitantes, o sea es de las proporciones monstruosas de la Ciudad de México. Y como la capital mexicana, tiene sus contradicciones y contrastes, pero a otro nivel.

Por un lado está la moderna ciudad con impresionantes rascacielos en sus diferentes distritos (que son como las delegaciones acá) rematados por exóticos detalles que van desde coronas hasta cosas parecidas a ovnis. Y por otra parte, padece de los males de las megalópolis como son contaminación, tráfico y marginación.

De todos los distritos, el que destaca por lo elevado y ultramoderno de sus edificios es el de Pudong. Ahí se ubican el Shanghai World Financial Center (SWFC) uno de los más altos del mundo con sus 492 metros de altura y 101 pisos y el más alto de China. Este rascacielos, inaugurado a finales de agosto de este año, cuenta con la cubierta de observación situada a más altura en el mundo a 450 metros y tiene una apertura en la parte superior para evitar la presión del viento sobre el edificio.

A un lado está el edificio Jin Mao, el segundo más alto de China con 448 metros, este edificio ya tiene una década desde que se terminó de construir y su estructura recuerda una pagoda china. Como ocurrió con los juegos olímpicos de Beijing que se inauguraron el 8 del 8 del 2008, por ser el número ocho considerado de buena suerte en la cultura China, en este edificio todo gira alrededor de esa cifra: tiene 88 pisos construidos sobre una base octogonal apoyada sobre ocho columnas de acero.

Lástima que no pudimos subir a alguno de los dos mencionados rascacielos. Pero en cambio sí trepamos al mirador de la Torre de la Perla Oriental, no muy lejos de los otros colosos, que con sus 468 metros es la tercera torre de televisión más alta del mundo por detrás de la de Toronto y de la de Moscú. Esta torre tiene varios niveles con miradores, el más alto situado a 350 metros, el segundo a 263 metros y uno más bajo a 90 metros. A nosotros nos llevaron al segundo, con suficiente altura para haber tenido una vista magnífica, de no haber sido por la neblina empeñada en fastidiarnos el día.

Frente a Pudong se encuentra la zona conocida como Bund (que es el nombre que los británicos dieron a la zona del malecón junto al río). En esta zona están situados algunos de los edificios más emblemáticos de la etapa colonial europea.

Acá les dejo este video que es una animación del Bund:



La zona del Bund con su malecón es una de las más visitadas por los turistas. En el Bund desemboca la calle Nanjing, que es peatonal y está repleta de comercios variados, cafés y restaurantes de todo tipo.

En las cercanías se encuentran algunos de los mejores hoteles de la ciudad. Precisamente yo me alojé, junto con el equipo de periodistas latinoamericanos invitados por los chinos, en uno de esos hoteles.

Caminar por la calle Nanjing hacia el Bund es toda una experiencia. Si es en la noche, la abigarrada iluminación que sobrepasa lo barroco para caer en lo churrigueresco de neón, llama mucho la atención. Pero lo más interesante es el ejército de menesterosos y pícaros de todo tipo que están a la caza del turista. No puede uno dar un paso y mucho menos hacer un alto en el camino sin que llegue una miríada de vendedores a ofrecerle relojes “Rolex” o celulares “Iphone” de vaya a saber qué dudosa procedencia. También es frecuente que se acerquen jóvenes chinas que por su apariencia y vestimenta pasan perfectamente desapercibidas como cualquier viandante de la zona a ofrecerle “massage” que no creo que sea precisamente de pies. No es infrecuente toparse con algún mendigo que los persiga cuadras suplicando una caridad en chino. Y esto de día y de noche.

Pero al margen de la picaresca y de lo pintoresco, este ejército de menesterosos lo que delata es la existencia de pobreza en la ciudad.

Pobreza que los propios funcionarios chinos no pretenden ocultar. Así, en una cena que nos ofreció el señor Shao Huixiang, subdirector general de la oficina de Asuntos Exteriores de Shangai, reconoció que en la ciudad existe pobreza. Según él, la metrópoli se ha ido transformando de ser una con muchos pobres a ser una en la actualidad que prácticamente ha erradicado la pobreza de sus habitantes locales. Sin embargo, al ser la primera urbe comercial y financiera del país, atrae la inmigración de personas venidas de regiones más deprimidas que son los que conforman en la actualidad ese ejército de menesterosos.

El señor Shao explicó que si bien la parte del Pacífico chino ha experimentado un considerable desarrollo acompañado de una notable subida del nivel de vida de la población, todavía no sucede lo mismo con las regiones del oeste, en donde todavía hay mucha pobreza.

Por lo que se refiere a la contaminación, supongo que en una ciudad de esas dimensiones, con una importante industria y un considerable parque vehicular (en el que por cierto la mayoría de los coches son nuevos e importados: alemanes, japoneses, coreanos, estadounidenses y europeos) la contaminación del aire debe ser un problema. Aunque por las condiciones meteorológicas a mi no me tocó sufrirla.

El tráfico por supuesto que es pesado, pero a mi no me impresionó mayor cosa viniendo de la ciudad de México. Sinceramente lo encontré más fluido en Shanghai.

Así que para poner las cosas en su sitio, pobreza si vi en Shanghai, pero nada que se compare ni de lejos a la que tenemos en la Ciudad de México. Y también vi riqueza, mucho más que la que se observa en la capital mexicana en su conjunto.

Y ya con esta me despido, no sin antes amenazar con que mañana habrá más de Shanghai y de China. Amén.

Hacia Pudong 2010


El jueves visitamos la muy moderna y grandilocuente ciudad de Shanghai. No sólo la actual, que en algunos distritos como el de Pudong parece de ciencia ficción, sino también la del futuro, la de la Exposición Universal de Shanghai de 2010. Que por supuesto también va a tener lugar en el distrito de Pudong.

Así que iniciamos el día con una visita al museo de la ciudad, donde además de ver una increíble maqueta de Shanghai también nos pasaron una película en pantalla envolvente (tipo Imax) con una animación de lo que será la ciudad el día de la inauguración. Vean este video que filmé ahí adentro.



Los edificios que se ven al principio del video son los que ya existen en Pudong y al final, en la parte cuando se hace de noche, se ve el pabellón de China (actualmente en construcción) en lo que será la Expo 2010 incluidos los fuegos artificiales de la fiesta de inauguración de fondo.

De hecho la exposición tendrá lugar no sólo en un inmenso lugar de Pudong a la rivera del río Huangpu, sino que también ocupará una parte en la otra orilla, en el distrito de Puxi, según explicó el señor Xu Wei, quien es portavoz del comité organizador de la Expo y que nos recibió en sus oficinas, junto a la vastísima cantera de lo que será la exposición y que pudimos ver desde un mirador instalado en la azotea del edificio.

En total serán 5.28 kilómetros cuadrados de los que 3.93 estarán en la parte de Pudong y los restantes 1.35 kilómetros cuadrados en Puxi, donde se ubicarán los pabellones de empresas y el pabellón temático. También seguirá ahí una antigua central de energía eléctrica de la que conservarán sólo la estructura y se podrá subir a la chimenea para tener una vista panorámica. A Pudong le corresponderá el grueso de pabellones, incluido por supuesto el que será la cereza del pastel: el espectacular pabellón de China.

Para despejar la zona se reubicaron varias industrias, algunas de las cuales ya estaban un tanto vetustas y también a algunos pobladores que habitaban en casas antiguas y en mal estado. El traslado de esta gente, según las autoridades, a modernos departamentos en la zona, generó algunas críticas (esto de las críticas no lo dicen las autoridades) por no haber rehabilitado estas viviendas antiguas. Sin embargo en otras zonas de Shanghai como en el distrito de Jingan sí se han preservado barrios de casas antiguas que conviven junto a modernos edificios.

La exposición estará abierta del primero de mayo de 2010 al 31 de octubre del mismo año, o sea, 184 días en total, bajo el lema: : "Mejor ciudad, mejor vida". Según explicó Xu, al planificar los terrenos del sitio de la Expo se buscó crear un ejemplo de "una ciudad armoniosa", concepto que abarca una armonía entre "el hombre y la naturaleza", "la historia y el futuro" y "el hombre y el hombre". Este concepto de armonía es muy importante en la cultura china y se ve reflejado hasta en la ancestral cocina, en donde siempre se busca un equilibrio entre los platos.

La mascota de la Expo se llama Haibao que significa "joya del mundo" se hace a partir del carácter chino Ren ( que representa al ser humano) y tiene al ser humano como núcleo de creativo, pues "el ser humano no sólo es el creador de la vida hermosa, sino que también experimente la misma", aseguró el portavoz.

México tendrá su propio pabellón en la Expo Shanghai 2010, según dijo a este bloguero el señor James Zhang, supervisor del Departamento de Comunicación y Promoción de la Expo, quien se comprometió a aportar más datos sobre las características del pabellón, quién sería el arquitecto que lo realizaría etc. pero que, cosa rara en los chinos, no ha cumplido hasta ahora. Así que habrá que atenerse a su palabra, pues él señaló haber comprobado el dato y aseguró que se trataba de un pabellón propio a diferencia de otros que serán colectivos o de algunos más que serán independientes pero construidos por el gobierno chino que los rentará a las naciones respectivas.

Que bueno que México va a tener su propio pabellón, porque esta Expo, a la que se espera que asistan 70 millones de personas/veces, de las que 60 millones serán chinos, será un magnífico escaparate para promocionarnos como país en el mercado en mayor expansión en el planeta y me atrevería a decir que en la historia de la humanidad. 60 millones de chinos que tendrán o irán teniendo capacidad de viajar al extranjero y poder adquisitivo para adquirir productos de calidad.

Y ya con esta me despido hasta la próxima en donde les contaré más sobre Shanghai y lo que ahí vi y me tocó vivir.

Hacia el mercado perfecto



A los chinos les gustan las frases que exaltan la paz, la armonía, la serenidad... y las adoptan en sus eslóganes políticos e ideológicos. Ahora, ante todos estos conceptos sublimes se impone el de mercado: "Hacía el mercado perfecto". Esa es la nueva consigna. Y piensan alcanzar ese nirvana en una fecha concreta: en 2020.

Zhang Lina define la reforma emprendida por china en 1978, tras la fallida Revolución cultural, como la "liberación del poder de producción". Zhang es la subdirectora del Departamento de Reforma del Sistema que forma parte del importante Comité de Desarrollo y Reforma. Este comité es una especie de ministerio que se encarga nada más y nada menos que de elaborar los planes quinquenales. En otras palabras, de toda la planificación china.

La señora Zhang es una mujer muy inteligente, economista y que trabaja sobre todo con cuestiones de macroeconomía. Una técnica, pues. Resumió el balance de estos últimos 30 años desde que inició la reforma enumerando los cambios que ha experimentado el país en su sistema económico: empezando por el paso del modelo tipo URSS a uno de mercado; también la transformación de la estructura social; la distribución del ingreso y el cambio en la mentalidad de la gente.
Pero tras atiborrarnos de datos y porcentajes, esta técnica de la macroeconomía dejó ver a la socialista que lleva dentro, pues recalcó que todo el proceso de reforma es un proceso de perfección del socialismo. Y en esta perfección el papel que le asignan a las fuerzas del mercado es vital para la distribución de los recursos.

Esta reforma emprendida hace tres décadas la han realizado pasito a pasito y es un plan de medio siglo de duración para alcanzar la meta de establecer un sistema de mercado perfecto, lo que está previsto ocurra en el año 2020. Se trata una transformación gradual que va de la fácil a lo difícil, que empezó por lo económico para de ahí pasar a lo social, lo cultural y lo político.

Dos grandes principios han dirigido el proceso de apertura: que los beneficios se reflejen en el nivel de vida de la población y que la práctica debe dirigir a la teoría. En otras palabras: fuera dogmas.

Y así, los socialistas chinos se han convertido en los adalides de las fuerzas del mercado para alcanzar el paraíso comunista. Esto ya no lo dijo la señora Zhang, sino que lo interpreto yo. Y con fecha determinada: en 2020, cuando llegarán al mercado perfecto. O sea, ya no se trata de acabar con la propiedad privada de los medios de producción para abolir las clases sociales. No, los pragmáticos chinos abrazan la propiedad privada para utilizar a la economía de mercado como un instrumento de desarrollo que los llevará en unos años al nirvana comunista, la sociedad igualitaria basada en este caso en un elevado ingreso de la población con una adecuada distribución de los recursos. ¡Guau! Eso sí que es una verdadera revolución cultural.

Como comprenderán la entrevista con la señora Zhang es lo que más nos ha entusiasmado hasta ahora tanto a mí como a los otros colegas latinoamericanos. Así que le dediqué páginas y páginas en mi libreta de notas que acabo de resumir de mala manera en este blog.

Bueno, pero no todo fueron entrevistas el miércoles. También visitamos las instalaciones olímpicas, concretamente el Estadio de Nido, que se ha convertido en una importante atracción turística. No me atrevería a decir en dónde vi más visitantes locales, si en la Ciudad prohibida o en este estadio. Claro que el estadio también tiene ahora algo de prohibido, pues no todo el mundo puede acceder al interior del mismo. Sólo unos cuantos, que en china siempre será mucha gente. Nosotros fuimos de los privilegiados, pues nos han tratado a cuerpo de rey y dos de los tres acompañantes chinos hacen el papel de ábrete sésamo y se la pasan hablando por sus celulares para franquearnos puertas.

Acá les posteo un video desde el interior del célebre estado de nido.



Lo que sí estuvo soporífero otra vez fue el encuentro con los colegas, es un decir, del ‘Diario del Pueblo', el periódico que es el órgano del Partido Comunista chino. ¿Por qué los periodistas chinos tienen más aire de funcionarios de otra época que de reporteros? Siempre comienzan agradeciéndonos por el apoyo prestado para que los Juegos Olímpicos fueran un éxito. Algo que sería cómico de no ser porque resulta tremendamente aburrido.

Este ‘Diario del Pueblo' tiene un tiraje diario de 2 millones 300 mil ejemplares, o sea, como los periódicos mexicanos si lo vemos proporcionalmente a la población del país. Y en su web site reciben un millón de consultas por día. Eso sí, tienen todos los recursos del mundo para hacer un periódico de 16 páginas. La redacción de Internacional ocupa dos pisos de un edificio con un mobiliario que recuerda a las oficinas de gobierno mexicanas de la década de los 90.

Y para terminar la agotadora jornada rematamos el día volando de Beijing a Shanghai, a donde llegamos molidos tras dos horas de vuelo en un avión de Air China que parecía una lata de sardinas. El hotel de Shangai muy cómodo aunque no tan bonito como el de la capital china, pero sí con mayores aires de grandeza. En fin, el lunes les sigo contando como estuvo la visita en la Shanghai, el Nueva York chino.

China del tingo al tango


Los chinos nos traen del tingo al tango, pero la verdad es que vale la pena ver tanta maravilla oriental.



El martes el día comenzó con una entrevista un tanto soporífera con Xu Ying Zhen, subdirectora general del Ministerio de Comercio del departamento que tiene que ver con América Latina. Eso sí, los chinos encantadores como siempre con una discretas y eficientes edecanes que te sirven té verde para todo. Acá todas las salas de juntas tienen hermosas tasas adornadas con los emblemas del respectivo ministerio.


La comida excelente y abundante como todas las hechas hasta ahora en el viaje. Esta vez la particularidad fue que todos los platos eran picantes, lo que como mexicano me hubiera fascinado si no fuera porque estoy medido fastidiado del estómago, pero aún así lo disfruté. Masoquista que es uno.


Desde el punto de vista humano lo más atractivo de la jornada fue un encuentro con estudiantes chinos de periodismo de la Universidad de Pekín. Esta casa de estudios tiene un hermoso Campús un tanto lejos del centro de la ciudad. Fue fundada como Universidad Imperial en 1898, pero en 1912 perdió su pomposo adjetivo y se quedó en Universidad de Pekín (ahora Beijing) a secas.

Tiene 32 mil estudiantes que si mi guía en la universidad me comprendió bien y yo a ella pagan cada uno una matrícula anual del equivalente a 700 dólares anuales que incluyen el alojamiento en residencias universitarias. A ella, que es estudiante le pareció caro y a mi una ganga. Cuestión de enfoques.


Lo más interesante del encuentro fue el entusiasmo mostrado, propio de la edad y esa idea ingenua y romántica que se tiene de la profesión en esa etapa de la vida. Pero sobre todo, que esa generación con la que nos entrevistamos va a tener un papel radicalmente distinto a la de sus antecesores a quienes correspondió abrir brecha como país en un camino que fue todo menos un lecho de rosas. A estos jóvenes, sin embargo les va a tocar, por un lado, administrar la abundancia, y por otro informar en un papel de país que ya no es emergente, sino de superpotencia. Y en su entusiasmo parecen reconocerlo, aunque de manera naïf.


Que diferencia con los periodistas de la agencia Xin Hua, la del gobierno, que tenían actitud de funcionarios públicos.


El edificio de la Universidad de Pequín, más bien un pabelloncito, era hermoso y acogedor, a diferencia de la agencia Xin Hua que era fría y cuadriculada.


Desde el punto de vista cultural lo mejor fue la visita al ‘huevo’ que es como le llaman a una espléndida construcción faraónica contigua a la Plaza de Tiananmen que alberga La Opera Nacional, el Teatro Nacional y una espléndida sala de conciertos. Todo bajo un mismo techo y sobre un mismo suelo, con forma oval, que tiene espacio suficiente para tres locales cada uno de los cuales sería monumental por sí mismo.


Y como “turistas” lo mejor fue la función de la Opera de Beijing a la que acudimos el que escribe y otros cinco colegas latinoamericanos (de Costa Rica, Ecuador, Colombia, Argentina y Cuba) guiados por nuestro amable acompañante chino bautizado informalmente como Carlos y que estudió en CU.


Este espectáculo tradicional combina el teatro, la mímica, la declamación, los actos circenses y las artes marciales. Acá les posteo una foto.


Hasta la próxima.

Trepado en la Gran Muralla


La Gran Muralla China es algo imponente. Da vértigo imaginar siquiera sus casi 7 mil kilómetros de extensión. Pero la parte que se visita cerca de Beijing tiene unos cuantos kilómetros. Suficientes para no pretender abarcarlos todos. Por lo demás es realmente impresionante. Con sus escarpadas subidas y sus peldaños desiguales. Como pasa con las pirámides de Teotihuacan, es más fácil subirla que bajarla, entre otras cosas porque en el descenso hay que mirar hacia abajo.

Algo que me llamó la atención es el número de ancianos que trepan por sus irregulares escalones, aferrados a la baranda. Especialmente un hombre que me recordó un refrán de la sabiduría china que dice que hay que ser como el bambú, flexible y resistente, porque se dobla, pero no se quiebra.

El lunes terminamos un poco más temprano de lo previsto la visita a la Gran Muralla, así que nos dio tiempo de pasar a conocer la Plaza de Tiananmen y una pequeña parte de la Ciudad prohibida, donde vivieron los emperadores chinos. Hablo en plural porque no viajo sólo, sino en compañía de seis colegas latinoamericanos y tres guías chinos. Por la tarde la jornada fue de trabajo con una entrevista con Li Jinzhang, viceministro de Asuntos Exteriores de China, quien mostró ser un profundo conocedor de América Latina, donde ha vivido por muchos años en diversos países. Fue una entrevista interesante pese al formalismo del formato. Si quieren leer el resultado de la entrevista visiten esta página:

Y el día cerró con una invitación a cenar por parte del subdirector general del Departamento de Información del Ministerio de Asuntos exteriores, Ma Jisheng.

El señor Ma es un funcionario de la vieja guardia que al igual que su país ha sabido evolucionar para adaptarse a la realidad cambiante del mundo. Aún así conserva mucho del viejo estilo. Durante la cena se trataron varios temas, con interprete de por medio. El interprete, por cierto, que es uno de los traductores oficiales del ministerio, merecería una mención aparte.

En la conversación el señor Ma defendió el sistema socialista chino a capa y espada. Entonces alguien aprovechó para recordarle que según Marx el socialismo no era más que un estado transitorio cuya finalidad era dar paso al comunismo, un estado igualitario ideal en el que desaparecería el Estado, porque ya no tendría razón de ser. En ese momento el funcionario se declaró orgulloso miembro del Partido Comunista de China y dijo estar convencido de que el comunismo sería realidad algún día. O sea, estábamos ante un comunista por convicción que adoptó el capitalismo como instrumento para lograr el desarrollo del pueblo chino y así llegar, algún día, al comunismo. Interesante.

Pero lo que realmente me conmovió del señor Ma fue la sinceridad y hasta la humilde frialdad con la que reconoció que él había participado en la revolución cultural y que entonces hablaba con menosprecio de los Derechos Humanos, pero que ahora su país y él habían cambiado y le daban otro valor a esos derechos. Y me conmovió porque en la forma en que lo dijo se podía ver el enorme esfuerzo de voluntad que tuvo que hacer para lograr esa transformación.

En fin, que China está cambiando y, por lo menos esta parte de China que nos están haciendo visitar, es un país próspero, moderno, ávido de productos de calidad y una excelente oportunidad para quien pueda y quiera aprovecharla. De eso habló en la entrevista el viceministro Li, que poco menos vino a decir que los empresarios mexicanos deberían de ponerse las pilas y hacer el esfuerzo de venir a prospectar a China y de invertir en promover sus productos para llegar a un mercado abierto y que busca consumir mucho y bueno.

China, China con chinchín


[NOTA: Estas notas y las que publicaré los días posteriores recogen mis impresiones de un viaje a China realizado del sábado 25 (llegando a Beijing el 26) de octubre al sábado 1 de noviembre del presente año]

Acabo de llegar a Beijing invitado por el gobierno chino tras un viaje de 22 horas con una parada en San Francisco de seis horas. Estoy fumigado.

El vuelo fue excelente en los dos segmentos del vuelo y las condiciones razonablemente confortables, aunque el servicio me dejó un pelín decepcionado. Aún así es agotador, créanme. Además está el desfase horario, que tras el cambio de fin de semana en México queda con 14 horas de adelanto en China. O sea, cuando acá son las 22:30 de la noche en México son las 8:30 de la mañana.

Lo poco que vi entre el aeropuerto y el hotel me deja impresionado. Todo increíblemente moderno, limpio y funcional. Ni Estados Unidos. Claro que sé que no toda China es así, y que el Hotel está en el corazón de negocios de la capital. Digamos que es como si uno llegara del aeropuerto a Santa Fe directamente y con una autopista como la de... Bueno, no hay en México ninguna autopista o vía rápida que ni remotamente se acerque a ésta.

Pero no seamos ingenuos, no todo en China puede ser tan moderno y confortable. Pero en el caso de Beijing, apenas el jueves leí un despacho informativo que mencionaba un estudio según el cual Beijing es la capital en donde las diferencias sociales son menores en todo el mundo. Habrá que ver un poco más para comprobar si esto se corresponde con la percepción que uno tiene en la calle.

Mañana visitaré la Muralla china en la mañana, que es una excelente manera de iniciar un viaje. Prometo fotos, si es que logro subirlas desde acá.

Saludos y espero sus comentarios (se admiten mentadas).