Todo en la vida, por más malo que sea, tiene siempre un lado bueno. Y el plantón que los simpatizantes de Andrés Manuel López Obrador realizan en varias avenidas de la Ciudad de México no es la excepción.
No voy a defender aquí el chantaje que esos descontentos profesionales de la política le hacen a la democracia, por supuesto, sino algunos de los efectos colaterales e imprevistos del mismo. Por ejemplo, quienes vivimos en el sur y este de la ciudad llegamos más rápido al centro, pues las carpas que bloquean las vialidades sirven como un dique de contención al tráfico que viene del norte y del oeste. Eso sin contar el efecto disuasorio que tiene en muchos automovilistas, quienes prefieren dejar su coche estacionado y usar el transporte público para ir al centro o de plano prefieren no viajar.
Además, las calles adyacentes al plantón están vacías de vehículos y de vendedores ambulantes y es muy agradable caminar por ellas gozando de una tranquilidad inusual en esta zona. Un ejemplo es la avenida Balderas, cuya foto tomada hoy al mediodía comparto con mis dos lectores.
Así que para que la cosa fuera perfecta y ya puestos a soñar, sería bueno que los futuros gobernantes del Distrito Federal y actuales protagonistas del plantón y principal apoyo al berrinche de López Obrador, se dieran cuenta de que sin quererlo su acto trajo consecuencias positivas y se decidieran a hacerlas permanentes, pero sin el plantón. ¿Cómo? Tal vez haciendo peatonales algunas zonas del centro histórico, como en muchas ciudades alemanas, o cobrando un peaje a los que quieran viajar en coche al centro, como ocurre en Londres y pretenden hacerlo en las grandes ciudades de España. O las dos cosas a la vez.
Permítanme mis dos lectores (uno de ellos es mi tocayo) que me tape los oídos para que no oiga sus carcajadas. Ya sé que estamos en México y que estamos tratando con políticos semi irracionales (o a la inversa), pero qué: ¡soñar es gratis!
Y con este post los radicales e intolerantes de ambos bandos me pondrían en su lista negra en el caso de que me leyeran. Especialmente los del color amarillo bilioso, quienes seguramente me tacharían de pequeño burgués y egoísta por sólo ver como positivo el llegar más rápido a mi trabajo y poder caminar por las calles ajeno al mundanal bullicio.
Y las de la vela perpetua dirían que soy un comunista y ateo (en lo segundo casi tendrían razón) por ver algo positivo en un plantón inspirado por el mismísimo Mefistófeles en su encarnación de AMLO.