Itaca en la mente

"Siempre ten a Itaca en tu mente; llegar allí es tu meta, pero no apresures el viaje. Es mejor que dure mucho, mejor anclar cuando estés viejo. Pleno con la experiencia del viaje..." Constantino Cavafis

lunes, junio 22, 2009

Desnudo a contraluz

Y de pronto apareciste desnuda,
rotundamente tú, sin ropa.
Arropada sólo de contraluz
que resalta tu figura, tus formas
tus pechos recién hechos
como panes salidos del horno, calientitos,
turgentes, firmes y provocadores,
apuntando hacia arriba desafiantes.

Tu boca renovada no puede ocultar
en sus labios sensuales,
que musitan implorando un beso,
ese dejo de tristeza que te acompaña
hasta cuando estás desnuda.

Y sin embargo, no fue tu tristeza
la que me golpeó, sino tu desnudez.

Esas formas finas y suaves
que me muestran irrefutablemente
lo que imaginaba tendría
si te hubiera tenido.
Esos labios que tiemblan trémulos
mientras tus pechos soberbios
apuntan orgullosos hacia arriba.

El escultor que te esculpió
sólo encontró en ti lo que eras,
como Miguel Ángel liberaba las figuras
atrapadas en el mármol.

Y esos otros labios que palpitan
entre tus piernas y sobresalen aún más
a contraluz, como si las sombras
del claroscuro fueran reflectores
que los ponen en relieve,
en un contorno de siluetas.

Entre la luz y las sombras
ellos asoman hambrientos,
sedientos de mí,
para culminar en tus fotos
todo lo que hemos hecho
en mis sueños.

Deslizarme por la pendiente
de tu espalda hasta tus caderas
en donde tu grupa, tallada por ti
a fuerza de esfuerzo,
se ofrece espléndida,
como fruta jugosa
al viajero deshidratado.

Yo cabalgo, te cabalgo jadeando
y tú aprietas los ojos y gimes.
Nos arañamos, nos lamemos,
lloramos, reímos, gozamos.

Tú me montas ahora,
jinete sobre la pradera
del viento helado
que se derrite al contacto
con tu piel oculta en la sombra,
asomando en la penumbra,
mientras me toco viéndote
fija en dos dimensiones
y tú te tocas imaginándome
viéndote viniéndote,
derramándote sobre mí
que me vierto en ti.

¡Clang! ¡Clang! ¡Clang! ¡Clang!
El badajo golpea la campana
¡Clang! ¡Clang! ¡Clang! ¡Clang!
Nos estremecemos como fieles
¡Clang! ¡Clang! ¡Clang! ¡Clang!
al llamado de su fe.
¡Clang! ¡Clang! ¡Clang! ¡Clang!
El orgasmo.

La oscuridad nos ilumina,
la luz nos esconde.
Yo me fugo en tu vientre,
me pierdo en tus piernas,
escalo tus nalgas
asciendo tu grupa
hasta tu espalda
mientras tú pones los ojos en blanco
y la llama se consume
al consumarse.