Itaca en la mente

"Siempre ten a Itaca en tu mente; llegar allí es tu meta, pero no apresures el viaje. Es mejor que dure mucho, mejor anclar cuando estés viejo. Pleno con la experiencia del viaje..." Constantino Cavafis

martes, noviembre 11, 2008

Un timo chino


Para terminar esta serie sobre el viaje a China pensaba escribir un sesudo análisis comparando al coloso asiático con México, que ya no es grande siquiera en la liga de fútbol de la CONCACAF. Pero ha sido una semana agotadora y la verdad ya tengo la sesera a punto de desvielarse, así que tendré que conformarme con contarles la anécdota de cómo me timaron como a un chino, como se dice en México coloquialmente.

Sí, fui víctima de lo que bauticé como “el fraude de los boleros”, a la salida misma del Central Hotel de Shanghai.

Resulta que salgo a caminar muy quitado de la pena en compañía de Jorge Elías, de ‘La Nación’ de Argentina, y en seguida soy interceptado por un escuadrón de tres lustrabotas que se acercaron a ofrecer insistentemente sus servicios y, en una acción perfectamente coordinada, dos de ellos me distrajeron mientras el tercero me embarraba los zapatos con betún y cuando acabé de despacharlos de mala manera me di cuenta de que tenía los zapatos hechos un desastre.

Entonces, como por casualidad se acercó un cuarto bolero al que no me quedó más remedio que aceptar sus servicios para que limpiara el cochinero que habían dejado sus colegas. Pero el trabajo que hizo consistió en un par de trapazos dados con desgano y se acabó, pero eso sí el tipo quería cobrar como si fuera un corredor de bolsa. Qué diferencia su labor comparada con el profesionalismo de los boleros mexicanos, pensé y comencé a mentar madres en inglés y en arameo, como debe de ser, porque desconozco el mandarín.

Al final saqué una moneda de un yuan, que son como dos pesos, porque sinceramente no me pareció que un par de pasadas de trapo por encima de los zapatos valiera más que eso. Pero el hombre se indignó y quería 25 yuanes (¡50 pesos!) lo que me indignó más, si es que era posible. Yo le dije: mira, aquí tienes un yuan y si no lo quieres pues yo me lo guardo bien contento y comencé a caminar; y venga a seguirme durante cuadras lamentándose y diciendo vaya a decir qué cosas. Como el tono iba pasando de la súplica a la amenaza, acabé por darle 5 yuanes por una mala boleada que no necesitaba porque antes de que me embarraran, mis zapatos estaban impecables.

Jorge se divertía mucho, porque por alguna extraña razón casi todos los vendedores, tarjeteros (sí, como los de la zona rosa) y chicas que llegaban a intentar vender algo o a ofrecer “massage” se acercaban a mí.

Como táctica para que los tarjeteros o las chicas nos dejaran en paz les decíamos que nuestras esposas nos estaban esperando un poco más adelante y si eso no surtía efecto nos tomábamos del brazo y les anunciábamos solemnemente que éramos un matrimonio gay.

En un caso la insistencia de unas damas chinas (no me refiero al tablero con canicas) fue tal que tuvimos que refugiarnos en una tienda y salir por otra puerta para evadirlas.

La que de plano me hizo reír por su picardía y desfachatez fue una joven que se me acercó y me dijo “I like your hair” (me gusta tu cabello) cuando mi peinado a lo que más se parece es al de Cocoliso.

En fin, me despido hasta cuando dios quiera, pues ya saben que este blog tiene periodicidad divina.