El cura pornógrafo
Un sacerdote brasileño tenía una tienda donde alquilaba videos (dotada con una colección de 200 cintas pornográficas), lo que irritó (en el sentido del estado de ánimo, no sean mal pensados) al obispo de la diócesis de Sao Jose do Rio Preto. Esto lo leí el miércoles en un despacho de la agencia EFE.
La historia me trajo a la memoria otros casos de curas que abusaron de niños y que fueron encubiertos por sus superiores en Boston y en otros lugares como México. No pude sino pensar en el doble rasero con que se miden las cosas, más cerca de este mundo terrenal que del trascendente orbe de los valores morales.
Un cura viola a un monaguillo postrado de hinojos durante el Ángelus y se le exime de la ley terrenal, pero otro hombre de dios tiene un videoclub para completar los ingresos de su parroquia y se le reprime por exhibir películas en donde hay intercambio carnal. ¡Vaya cosa!
El hombre de la sotana brasileño dijo en su descargo que la tienda se la había heredado su hermana y además, cumpliendo con la disciplina eclesiástica, la vendió “por un buen dinero”, según sus propias palabras, lo que demuestra que además de ser religioso, es un hombre pragmático.
En fin, se censura por ver algo que en principio no tiene nada de malo (estoy pensando en que las películas XXX eran entre adultos (principalmente heterosexuales, pero no necesariamente) y se esconde y protege a quien sí actúa contra natura, al abusar de menores.
Bueno, esta historia también me hizo acordarme de un chiste: En una iglesia va un brasileño a confesarse y le dice al párroco: “Padre, yo hago el amor a oscuras”, a lo que el religioso, paciente le responde: “No hay mal en ello hijo mío, pero si te inquieta puedes encender la luz”. Y el otro: “No padre, vos no comprende. Yo hago el amor a os curas, a os toreros, a os futbolistas”.