La Celestina de la muerte
Así como el célebre personaje de La Celestina se dedicaba a persuadir a las doncellas para que entregaran su honor a la lascivia de sus enamorados, Samira Ahmed Jassim convencía a mujeres para que se dieran a la muerte, haciéndose explotar en atentados suicidas.
Sólo que la famosa alcahueta de la obra de Fernando de Rojas lo hacía utilizando palabras de amor, y Jassim, conocida como Umm al-Mumineen (madre de los creyentes), empleó el odio, el miedo y la venganza para persuadir a 80 mujeres, a las que reclutó y entrenó para inmolarse.
Veintiocho de esas mujeres habrían logrado su objetivo, según las fuerzas de seguridad iraquíes, convirtiéndose así en el parto de muerte de Jassim.
El año pasado hubo 32 ataques suicidas llevados a cabo por mujeres, según datos del Ejército estadounidense.
Detenida el 21 de enero en un lugar del que no se informó por razones de seguridad, Jassim, de entre 40 y 50 años, fue presentada a la prensa en Bagdad, a través de un video, el martes pasado.
En la única imagen de ella difundida se le ve con una mirada hueca y expresión maligna. La cabeza totalmente cubierta con un manto negro sólo deja ver los ojos marrones, las cejas espesas, ojeras profundas, una enorme nariz y la boca con rictus entre amargo y cruel.
Es la alcahueta de la muerte.
La agencia Associated Press la entrevistó en su celda a la semana de su captura. En la cámara contigua estaban sus custodios iraquíes. Ahí, Jassim describió cuál era el modus operandi empleado para reclutar a las futuras atacantes suicidas.
Según ella, había toda una organización para convertir a las mujeres en candidatas a la muerte. La estrategia consistía en “romperlas” violándolas, lo que en la cultura del islam es un enorme oprobio y deshonra para ellas y para sus familias. Jassim les hablaba y más como comadrona de la parca que como madre de los creyentes las convencía de que inmolarse asesinando era la mejor forma de reparar el honor mancillado.
Luego las llevaba a un campamento de entrenamiento para conducirlas finalmente a sus objetivos, como quien apunta un arma privada de voluntad propia.
De acuerdo con su propio testimonio, Jassim formaba parte de un grupo de insurgentes basados en la provincia de Diyala, al norte de Bagdad, uno de los principales bastiones de la resistencia sunita antiestadounidense.
En el video mostrado a los reporteros, Jassim contaba cómo convenció a una mujer a la que nombra como Um Hoda, luego de que fue contactada por los terroristas para tal fin. “Hablé con ella varias veces. Luego regresé con ellos y les di detalles acerca de ella y ellos me dijeron de llevársela. Luego la llevé a la estación de policía y ahí se hizo explotar”.
También relata en el video sus largas conversaciones con otra mujer llamada Amal, de la que dice “estaba muy deprimida” y con la que se sentó a platicar “muchas veces”, hasta que la condujo con los terroristas y tras su aleccionamiento la llevó a que se inmolara.
Jassim se describe en la filmación como “capaz de convencer a mujeres para que se convirtieran en bombas suicidas... mujeres rotas, especialmente aquellas que habían sido violadas”.
En su descargo, Jassim, madre de cuatro hijas y dos hijos, alegó que los insurgentes la amenazaron una vez con hacer explotar su casa si no cooperaba con ellos.
Como pago por sus servicios de celestina, la organización terrorista Ansar al-Sunnah, a quién las fuerzas de seguridad estadounidenses e iraquíes vinculan con Al-Qaeda, le proporcionó una casa en la que ella puso una tienda de vestidos tradicionales llamados abaya. Tal vez esos vestidos eran usados en los atentados como trajes de novia en los esponsorios con la muerte y también como mortajas.
Publicado en El Universal el 6 de febrero de 2009.
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