Una "típica" familia china
La última actividad programada en el viaje a China fue la visita a una familia en el distrito de Jing’an en Shanghai, el viernes. Los visitamos en su casa, en una construcción antigua, de principios del siglo XX, razonablemente conservada.
Acá la pregunta interesante es ¿qué querían las autoridades chinas mostrarnos con esta familia? Obvio que una pareja con una hija (que ya no vive con ellos pues está casada) por más típica que sea, no puede representar a mil 300 millones de chinos.
Xi Hun Li (la esposa –en adelante Xi–) y Xu Miho (el marido –en adelante Xu–) son una pareja de jubilados.
Xu tiene unos 71 años, pues en China la jubilación es a los 60 años para los hombres y a los 55 para las mujeres y según dijo él se retiró hace 11 años. La edad de Xi es un misterio, porque por caballerosidad nadie le preguntó y además los chinos son traga años.
O sea que los dos tienen edad suficiente para haber vivido en carne propia toda la historia de la China contemporánea, comenzando por la proclamación de la República Popular China en 1949, pasando por la terrible revolución cultural de los años 60 y 70, la apertura al exterior en la década de los 80 y llegando al actual sistema de economía de mercado.
Como la inmensa mayoría de los chinos, la pareja Xi-Xu tiene sólo una hija. Pero a diferencia de la mayor parte, tienen dos nietos. Claro que esta situación atípica pude tener mucho que ver con el caso poco común de que su hija, que es programadora de sistemas, vive y trabaja en Washington D.C. Está casada con un chino que también trabaja en Estados Unidos y al que según cuentan sus padres conoció desde que era estudiante.
Al preguntarles por que razón su hija decidió irse a vivir tan lejos, Xu responde que desde joven ella "quería conocer el mundo".
Y esto coloca a la pareja en una situación que uno no se imagina como característica de los chinos: Xi y Xu viajan. No sólo en China, país del que comentan han recorrido varias veces, sino también al extranjero. A Estados Unidos, a visitar a su hija, claro. Y también han venido a México. Me enseñaron fotos de su visita a la península de Yucatán, donde visitaron Cancún y las ruinas de Chichén Itza, entre otros lugares.
Al preguntarles sobre sus ingresos (una pregunta que según leí no se considera indiscreta en China) respondieron que entre los dos reciben 5 mil yuanes al mes, que equivalen a poco menos de 745 dólares. De alquiler por su departamento pagan 100 yuanes mensuales, o sea, 15 dólares al mes. Les quedan 730 dólares para vivir y con eso y seguramente la ayuda de la hija les alcanza hasta para viajar.
Tienen una computadora un tanto vetusta pero que funciona y que Xi utiliza para mandarle correos electrónicos a la hija. Además de mandar mails y cocinar, Xi emplea su tiempo en el trabajo comunitario en un centro vecinal cercano en donde enseña trabajos manuales a otros jubilados. Nos mostró algunas de sus creaciones como las flores que aparecen sobre la mesita de noche en la foto de arriba o el pavo real que está a sus espaldas en la repisa tras el sillón.
Xu hace la compra y cocina de vez en cuando. Antes de jubilarse él era contable y ella técnica (no explicó en qué materia o si era técnica por contraposición a las rudas).
De lo poco que los tratamos yo y los otros cinco colegas de diarios latinoamericanos que compartimos el viaje, quedó la impresión compartida de que Xi era una mujer militante no sólo ahora, sino de toda su vida. Xu se veía más tranquilo y de la filosofía de “vive y deja vivir”.
O sea que la dupla Xu-Xi encarna muchos elementos que las autoridades querían transmitir a través de nosotros: una familia típica de hija única, trabajadores modestos que viven razonablemente bien dentro de una cierta austeridad, pero que se benefician de la apertura, tienen una hija en Estados Unidos, viajan y tienen dos nietos, lo que rompe la norma del hijo único. Además son ciudadanos modelo, que participan en actividades comunitarias de solidaridad con sus vecinos.
Otro aspecto que seguramente quisieron destacar las autoridades que planearon el encuentro es el lugar en dónde viven, en un distrito de la ciudad, el de Jing’an que está plagado de modernos edificios de oficinas, centros comerciales, hoteles de lujo, un centro de exposiciones, edificios de departamentos y en el que se preserva una zona de antiguas viviendas, remodeladas, de un siglo de antigüedad, en donde viven sobre todo jubilados. Justamente una de las cosas que se han criticado en la reconstrucción de Shanghai son los desplazamientos de familias de casas antiguas para construir modernos inmuebles.
Además está toda la infraestructura de apoyo vecinal y comunitario a los jubilados y ancianos, con su centro de salud y su centro de actividades en donde la pareja Xi-Xu acude a cantar por las tardes.
Un detalle curioso es que la casa en donde vive la pareja era la residencia de los padres de Xu en donde él ha vivido por más de 60 años. Esa casa no era de propiedad de sus padres, sino que la tenían como prestación en calidad de funcionarios del Banco de China y no pagaban por habitarla. Durante la revolución la propiedad fue expropiada por el Estado y hasta la fecha le pagan un alquiler por seguir viviendo en la que era la casa paterna.
Al margen del mensaje que quisera pasar el gobierno chino y de lo típico o atípico que puedan resultar como familia, una sensación me quedó muy clara: los Xu-Xi son una pareja feliz.
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